miércoles, noviembre 18, 2009

Palabras prestadas



"Antes que nada, perdona si huele un poco a cerrado, hacía mucho tiempo que nadie se alojaba aquí, y menos aún con la intención de quedarse. Ábreme bien puertas y ventanas. Que corra el aire, que entre tu luz, que pinten algo los colores, que a este azul se le suba el rojo, que hoy nos vamos a poner moraos.

Y hablando de ponerse, vete poniendo cómoda, que estás en tu casa. Yo, por mi parte, lo he dejado todo dispuesto para que no quieras mudarte ya más.

Puedes dejar tus cosas aquí, entre los años que te busqué y los que te pienso seguir encontrando. Los primeros están llenos de errores, los segundos, teñidos de ganas de no equivocarme otra vez.

El espacio es tan acogedor como me permite mi honestidad. Ni muy pequeño como para sentirse incómodo, ni demasiado grande como para meter mentiras.

Mis recuerdos los dejé todos esparcidos por ahí, en cajas de zapatos gastados y cansados de merodear por vidas ajenas. No pises aún, que está fregado con lágrimas recientes y podrías resbalar. Yo te aviso.

El interruptor general de corriente está conectado a cada una de tus sonrisas. Intenta administrarlas bien y no reírte demasiado a carcajadas, no vayas a fundirlo de sopetón.

No sé si te lo había comentado antes, pero la estufa la pones tú. Y hablando del tema, he intentado que la temperatura del agua siempre estuviera a tu gusto, pero si de vez en cuando notas un jarro de agua fría, eso es que se me ha ido la mano con el calentador. Sal y vuelve a entrar pasados unos minutos. Discúlpame si es la única solución, es lo que tenemos los de la vieja escuela, que a estas alturas ya no nos fabrican ni los recambios.

Tampoco acaba de funcionarme bien la lavadora. Hay cosas del pasado que necesitarán más de un lavado, es inevitable. Y hay cosas del futuro que, como es normal, se acabarán gastando de tanto lavarlas. La recomendación, ensuciarse a su ritmo y en su grado justo. Eso sí, no te preocupes por lo que pase con las sábanas, que las mías lo aguantan todo.

Para acabar, te he dejado un baño de princesa, una cama de bella durmiente, un sofá de puta de lujo y algo de pollo hecho en la nevera. Para que los disfrutes a tu gusto, eso sí, siempre que sigas reservando el derecho de admisión.

Aquí no vienes a rendir cuentas, sino a rendirte tú. Aquí no vienes a competir con nadie, sino a compartirte a mí. Y lo de dar explicaciones, déjalo para el señor Stevenson.

El resto, no sé, supongo que está todo por hacer. Encontrarás que sobra algún tabique emocional, que falta alguna neurona por amueblar, y que echas de menos, sobre todo al principio, alguna reforma en fachada y estructura.

Dime que tienes toda la vida y voy pidiendo presupuestos. Dime que intentaremos toda una vida e iré encofrando mis nunca más."



Sometimes the dreams that come true are the dreams you never even knew you had...



La pequeña reina del Castillo de Madera estaba cansada, muy cansada. De sus horarios, de su apretujada agenda, de ese montón de hombrecillos de trajes oscuros que se hacían llamar embajadores y cónsules, de sus doncellas que la perseguían a cualquier lugar al que ella quisiera ir, de sus deberes como soberana, de todas las reglas que debía seguir a pesar de tener el poder en sus manos... No aguantaba más.
Por eso, en mitad de la noche, descolgó una escalera de cuerda desde su balcón hacia los jardines, donde la esperaba un corsario. Rió de satisfacción mientras corrían hacia el puerto y lloró de alivio cuando vio, desde la cubierta del barco, cómo sus preocupaciones se iban empequeñeciendo a medida que la bahía se alejaba. Empezaba ahora una temporada de libertad que no sería demasiado larga, pero que le permitiría relajarse, dejarse llevar.
Frente al timón, el viento jugueteaba con su cabello. La reina abrazó al corsario mientras navegaban juntos hacia el reflejo de la luna llena en el mar.

lunes, noviembre 02, 2009

Familia


"¿Pasas tiempo con tu familia? Bien. Porque un hombre que no pasa tiempo con su familia nunca puede ser considerado un verdadero hombre." (Don Vito Corleone - El Padrino)

La familia es algo básico en la vida de una persona. Nacemos en el núcleo de una y allí aprendemos a querer, a obedecer, a jugar, a respetar a los mayores, a compartir y a comprender, a pelearnos con nuestros hermanos y a pasar página tres minutos después. A medida que vamos creciendo nos vamos distanciando poquito a poco de ese nido en el que hemos vivido hasta entonces y nos atrevemos a abrir las alas para aprender a volar, esta vez por nuestra cuenta, porque ahora somos nosotros los que tenemos que salir adelante, con nuestras propias fuerzas.

Es entonces cuando conoces a alguien, a esa persona especial con la que decides que quieres formar un núcleo familiar. Y con los planes de futuro viene la integración en otra familia, que no es aquella en la que naciste ni la que quieres formar dentro de unos años, sino la de él. Entras en el nido con respeto, timidez, casi miedo. Pero su familia es casi como la tuya, y te recibe con los brazos abiertos y muchas sonrisas. La curiosidad es mutua, así que hay ronda de preguntas, además de bromas y anécdotas del pasado. Pero se está bien. Es un nido acogedor en el que sientes que encajas.

Y si cada vez que hablas por teléfono con tus padres te preguntan por él o le mandan saludos sabrás que él tiene un sitio en tu núcleo familiar.

Ahora a construir, ramita a ramita, un nido para los dos.



“-(…) The heart wants what the heart wants.
-And is this what your heart wants?
-Yes.
-Really and truly?
-Really and truly.
-Everything will be fine. You’ll see. Everything will be perfect.”



La pequeña reina del Castillo de Madera y la Tierra de Dientes de León, Soberana de la Laguna de los Recuerdos y Emperatriz de los Mares llamó a su escribano porque había tomado una decisión. Hacía tiempo que observaba los movimientos de ese capitán, pero era un hombre tan misterioso que ella temía precipitarse a la hora de hacer un juicio al respecto. Ahora ya estaba completamente segura. Sabía que había sido hombre de muchos mares, pirata errante e inseguro, que llevaba a bordo una pandilla de marineros revoltosos y que su navío no era perfecto. Pero su resolución era completamente imbatible.
-¿Qué desea, su Majestad?
-Tome asiento. Me dispongo a dictarle una patente de corso.